A raíz de la Evaluación docente en mi país quiero compartir las siguientes líneas que permitan contextuar el malestar, el rechazo, la imposición desde el Estado y desde el gremio. La construcción de políticas sociales sin la intervención de los actores principales en igualdad de condiciones y en un clima democrático, reclaman el consenso. Hay experiencias frescas de aquello en el Perú que no puede obviarse.
LA EVALUACIÓN DOCENTE:
EL MAESTRO UNA VEZ MÁS PINTADO EN LA PARED
Luis Miguel Saravia C.
Lima, 24 de diciembre de 2006
Mucha tinta, muchas ideas, muchas palabras doctas, versadas en el tema que abonan a la cultura punitiva sobre la evaluación en la que fuimos educados, se han vertido últimamente. Si la educación de nuestro país se pudiese arreglar con todo ese conglomerado de ideas, conceptos y rigor, otro gallo cantaría.
De otro lado un sindicato aferrado a ideas y conceptos ideologizados y que abona también a la cultura punitiva de la evaluación desde la militancia política, no de la masa, como se dice, sino de la cúpula dirigencial.
En medio de este intercambio de palabras, conceptos, ideas, posiciones un sector que responde recurriendo al autoritarismo, a la demostración de poder vilipendiando más a los docentes, lejos de acogerlos y escuchar lo que dicen sin la intermediación del sindicato.
Todos los actores de la contienda atrincherados en sus razones y en esta vez acompañados por los medios de opinión, que lejos de mediar en el conflicto han contribuido a azuzar pasiones, a llevar a la confrontación.
En el escenario un actor nuevo el Colegio de Profesores, que lejos de su finalidad, consideramos debió recordar a sus colegiados sus atribuciones, objetivos y sindéresis, propios de una entidad de ese nivel.
A propósito no he querido entrar en posiciones académicas ni reivindicativas, pues mucho debate debe haber aún, para llegar a esclarecer y dejarse entender y comprender. Por ello sólo queremos subrayar que en todo este problema, el gran ausente es el actor principal el docente, vilipendiado, injuriado, menospreciado con calificativos infraternos. El docente que a pesar de los pesares nacionales tiene la responsabilidad de educar a nuestros hijos, tiene el coraje de adentrarse en comunidades urbanas, andinas y selváticas para cumplir una política educativa pensada y diseñada por la academia, por los políticos, que a su vez responden a tendencias regionales y a demandas de aquellos que tienen los recursos y prestándolos ponen la agenda a seguir. Ese docente que tiene que cumplir con las directivas oficiales, que hace muchas intermediaciones para dejar oír su voz, en este problema también es dejado de lado. ¿Por qué? ¿Por qué no tiene el nivel académico para comprender lo que se quiere?, ¿Por qué es el que no pudo ingresar a otra carrera y se conformó “mas que sea siendo maestro”?. ¿Por qué excluirlo? ¿Por qué no convocarlo al diálogo pedagógico?
No sigamos buscando culpables y tratando de ocultar el sol con un dedo. Todo el sistema educativo es diseñado y promovido por el sector educación, representado desde siempre en el Ministerio de Educación. ¿Alguien ha levantado su voz para pedir que se haga una evaluación, reorganización y adecuación a los nuevos tiempos y exigencias de una educación moderna, sin perder su sentido y esencia, a esta entidad?. ¿Quiénes fueron autoridades, no desde los 90, sino desde el 2001 a la fecha? ¿Por qué no se siguió diseñando la política educativa a partir de trabajo enorme que fue la Consulta Nacional de Educación recogido en dos tomos denominados Puertas Abiertas – Proceso; y Puertas Abiertas – Resultados? ¿Quién puede explicar esta incongruencia?, ¿por qué en lugar de seguir construyendo se buscó un enfrentamiento con el SUTEP con el pretexto de que Patria Roja manipulaba el movimiento de acuerdo a intereses político partidarios?, ¿Por qué desviar todo el peso de la denuncia a la composición de la Directiva de la Derrama Magisterial ? Quien conozca y recorra los textos de la Consulta puede darse cuenta que las autoridades teniendo un programa a seguir, prefirieron desviar el camino de la reforma hacia sus tendencias políticas y de espaldas a las demandas de la sociedad peruana. El Padre Morales, Presidente Ejecutivo de la Comisión expresaba entonces que “la educación debe ser concebida como un acto mayor que da norte y continuidad a las políticas públicas del país, dibujando los aprendizajes, futuros posibles y deseables de una sociedad”.
Hoy se pide cuentas al Sindicato por “desacatar” un mandato legal, pero ¿por qué no medimos también con la misma vara a quienes no acataron los aportes e ilusiones de aquella Consulta respaldada por una Resolución Suprema? Ahora que se habla de transparencia, rendición de cuentas, vigilancia ¿no sería consecuente esta demanda?
Existe en el escenario responsables latentes de esta situación: unos manifiestos y otros renunciando a su actitud de crítica y acompañando el proceso, sin tener presente al actor principal subestimado, estigmatizado por el producto de baja calidad en educación. El docente es el producto del sistema y el sistema responde a reglas de juego macroeconómicas antes que educativas.
Al concluir el año nos ha sido entregado a la sociedad toda el Proyecto Educativo Nacional, establecido por consenso. Sin duda una encomiable obra comparable con la de Basadre cuando estuvo de paso por el Ministerio de Educación. Los medios que ahora se “interesan” por lo educativo vía el “escándalo” de la evaluación, poca tinta han utilizado para difundir la noticia y menos sus contenidos. Sí algunas columnas de opinión han difundido algunas ideas, pero no lo central: que la sociedad y el Estado se apropie de este trabajo está pendiente.
Este año se cierra en nuestro país con muchas frustraciones en educación. Tenemos que hacer una seria autocrítica desde gobernantes y gobernados para responder si hemos estado a la altura de la demanda en la consecuencia y coherencia entre el discurso y la acción en el campo educativo. Es importante, así como se le exige al docente ser innovador, a los funcionarios y políticos que sean innovadores en sus propuestas, en la organización del Ministerio que sólo en el papel responde a la nueva Ley de Educación, pero sigue siendo el pesado sector burocrático en donde se concentra todo el poder, todo el saber y todo el proceder administrativo. Es hora de hacer un espacio al maestro de aula, a los equipos de escuelas y colegios para que asuman un rol más protagónico y no ser actores en los contingentes de protesta que bajo el anacrónico lema “luchando estamos educando”, no hacen sino lavarse las manos para evitar responsabilidades y tratar de impactar a intonsos del siglo XXI.
El docente no puede estar pintado en la pared de los procesos que se realizan en su nombre y de la educación del país. Es hora de reconocerlo actor y protagonista. El sindicato debe ponerse a la altura de los tiempos y no seguir con jerigonzas trasnochadas, cuando el mundo y la historia está releyendo a los fundadores de ideologías movilizadoras y cuestionadoras del statu quo; a la academia no seguir recurriendo a los resultados de Pisa y otras pruebas y ocultando el ranking de las universidades de donde provienen; a los investigadores no reaccionar a los “flashes” que el mercado pone en escena y que el sistema los adopta y adecúa a su buen saber y entender, y al docente y al alumno exigen asumirlos a partir de capacitaciones de coyuntura sin profundidad, sin un marco teórico de referencia reduciéndolo todo a una metodología de la enseñanza de tal o cual área. Recurrir al docente y hacerlo partícipe de los cambios con humildad y docencia, sin autoritarismo ni anteponiendo juicios de valor. Ellos son el reflejo de una política e instituciones que el propio Estado ha permitido y permite funcionar y frente a las cuales no hay anatemas. La soberbia no es buena consejera.
La evaluación de docentes es parte del proceso de formación al que debemos estar llamados todos quienes ejercemos esta profesión, evadirla es renunciar a una parte esencial del ser docente. Quitémosle el espolete que muchos le han puesto (desaparecer al SUTEP, por ejemplo) y concertar el proceso sin intermediaciones perniciosas.
Finalmente en educación no se puede trabajar por medio de reacciones emotivas y discurso para la tribuna. Quien es educador sabe que educar es un proceso. Y esto hay recordarle a la primera autoridad de la Nación. La educación no requiere de autoritarismos, sino de creatividad, de ciencia y virtud, como se decía antiguamente y que hoy por moda se las ha reemplazado por calidad y valores.
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